REQUIEM
Mauricio Kabistan
Curado por DC/ TFT
Centro Cultural de España, San Salvador, El Salvador.
Del 19 al 28 de noviembre del 2014.
“A pesar de todo, se ha desarrollado desde la firma del Acuerdo de Chapultepec una nueva y rica actividad política de todo el espectro ideológico. Esto parece confirmar que la sociedad salvadoreña ha escogido definitivamente los canales democráticos para dirimir sus conflictos y divergencias. Pero será muy importante para las actuales y futuras generaciones recordar que la paz y la incipiente democracia que se vive en el país han costado mucho esfuerzo y sacrificio y ha tomado mucho tiempo. Fortalecer y proteger ambas será el gran compromiso de los salvadoreños del mañana.”
Conclusión de “La Historia de El Salvador”, Tomo II. Capítulo 6.
Autores varios. Ministerio de Educación 1994.
Resaltando con ironía estas líneas, quisiera comentar un primer escenario a través de un libro que en El Salvador se nos ha enseñado como un primer acercamiento académico a la historia desde hace más de 20 años. Mauricio Kabistan retomara en más de una ocasión los textos sobre historia del sistema educativo como parte de su imaginario para generar diversas piezas y proyectos y transversalizar capas que van más allá de la historia.
¿Cómo hablar de la Guerra sin decir cosas de las que ya se han hablado antes? Repensar una cartografía de la historia pretende la mayoría de las veces asumir el conocimiento de ella. Ahora, hacer coincidir la mitología de la historia local con la ficción de nuestro conocimiento sobre ella, requiere un ensayo de signos y no un desarrollo intelectual declarado. Que lleve ironía, que lleve un humor crítico, y a la vez una evocación a la reflexión a través de la cicatrización de la locura.
No obstante, como generación, asumir el derecho a comentar la historia se vuelve una operación asediada por el mito de la meritocracia. Decir “yo puedo” al final es un derecho que te entrega el dolor conferido por tu protagonismo histórico y no la historia social sobre la cual vas construyendo la tuya propia. Es decir, que una generación post guerra, se sobreentiende que no tiene derecho a opinar sobre ella sino la ha vivido. Si el arte y el sector intelectual no adquieren un derecho sobre esta voz, pues menos lo hará la gente del día a día. Uno de los trasfondos que telonean la muestra desde el principio es la desacralización intencional que infiere a estas premisas desde el momento que uno accede a las obras.
El proyecto, basado totalmente en una investigación artística que el artista empezó a desarrollar los últimos cuatro años, llamado “Ensayo sobre el silencio”, parte del Memorial de Víctimas de la Guerra Civil de El Salvador. Kabistan menciona: “El país ha atravesado, la última década, por una generación que aún no comprende sus raíces inmediatas. Hablar de la guerra, nunca es hablar solo de la guerra, o solo de la guerra de un país. Es hablar del dolor de los invisibles. De la soledad y disociación que nos han heredado las consecuencias.” El artista nos propone de esta manera un comentario histórico sobre lo que en alguna forma son el inevitable lenguaje de la guerra: las víctimas.
Existe un dialogo entre las obras que revela un misterioso halo negro de pronunciamiento, como en el caso de Réquiem (cuya pieza da nombre a la muestra), que no carece de cierto humor descarado, por si alguien quiere mantener el velo de solemnidad sepulcral en un homenaje que de solemne no tiene nada. Kabistan retoma los nombres como signos en sí mismos, despojándolos de su individualidad al mismo tiempo que les reconoce. Es claro un comentario irónico pero necesario para resaltar una situación invisible.
Piezas más vinculadas al testimonio se permean generando relaciones visuales de material y signo a través del resto de la exhibición. En el caso de Libro Amarillo, vemos una evocación a la lucidez como una crítica a la economía de la verdad, de la cual venimos siendo votantes desde que la guerra termino. El uso de una literalidad replanteada de un signo como lo es la transparencia y sobretodo, el valor de la información como un sistema humano dentro de situaciones de presencia individual entre tragedias colectivas; y no menos importante, como un capital de equilibrio (la información define la guerra). En este sentido Onomatopeya, no hace menos que abrir otra pregunta, donde es palpable nuestro tránsito por esta información que consumimos sobre la historia, y sobretodo nuestra complicidad por omisión, al negarnos a participar en ella. ¿Cuál es nuestra verdadera relación, lúcida, con una, posiblemente llamada “culpa histórica”?
El imaginario nos conduce por propuestas que estriban entre la provocación, el rito y el deseo de lo perdido como en el Circulo de la Memoria. Y como un justo epilogo que enmarca la muestra encontramos Discernimiento, un video que medita al final, en palabras del artista sobre “la capacidad de discernimiento de una persona, que se va atrofiando a medida que se le expone a una imagen repetidamente. Tanto que se le hace natural y cotidiano y por lo tanto invisible.”
La exhibición brinda un diferente rango de formatos, todos ellos como proyectos que retratan relaciones entre el pasado y el futuro, razones y consecuencias pero sobretodo, retratos inevitables de gente con nombres y apellidos que también estuvieron ahí. Donde podemos encontrar una confrontación muy marcada con la información real relacionada con la década del 80, así como una serie de velos narrativos que el mismo artista propone para replantear al pasado como realidad. Entendiendo que nos presentamos como los arquitectos responsables de una generación que efervece silenciosamente hacia un mañana, pero que al mismo tiempo parece que también nos olvidamos que somos la consecuencia directa de un pasado y que ese olvido tiene repercusiones en nuestro presente.
DC// TFT